sábado, 27 de agosto de 2011

EL ÁRBOL DE LOS PÁJAROS SECOS (Rubén Aníbal Costilla)



                                                                                             Imagen recuperada de Internet

Me detuve a un costado de la siesta
y me contaron esta historia antigua.
Dicen que en una tierra amarillenta
existe un árbol con pájaros secos,
hay un árbol que llora mortalmente,
hay un árbol como esqueleto gris
estirando brazos como tijeras
que cortan el fuego de la mañana.
Hay un árbol tronando unos ronquidos
puercos, con salivas de comadrejas,
y hay pájaros de piedra y con venenos,
hay pájaros desalmados, rabiosos,
marchitos de rabia, heridos sin sangre,
con ojos de mugre que miran hacia
la siesta hermana del monte fantasma,
con plumas de cemento como torres
ardiendo en la pereza vagabunda,
con huesos oscuros como murciélagos,
y hay pájaros secos chocando ramas,
chocando ojos sin dueños, sin cabezas,
pájaros gusanos de la enfermedad,
pájaros serpientes con alas lánguidas,
pájaros perros de la sarna diosa,
pájaros envidias del estiércol.

Hay pájaros secos, roñosos, muertos,
enfermos de cólera retorcida.
La avaricia de sus manos es víbora
enroscada a orilla de los caminos.
En el árbol de los pájaros secos
pone huevos la pereza y la miseria.
Gritos estallan con la queja hedionda:
risa herida brotando de la sombra
epiléptica, alta gusanería.
La estéril mansedumbre de sus ojos
apuñala la paciencia que salva.
Ardores con aullidos invadiendo
el interior de la carnal pobreza,
habitando los gritos de la tierra,
y la deshojada esperanza vuelve
desde el humo del crimen fogonero.