miércoles, 31 de diciembre de 2014

LUIS FRANCO

                                                 Portezuelo (Fotografía de Mariana Lucatelli)


EL MISTERIO DE CRISTAL

El misterio con tapa de cristal,
la pura libertad en desaliño
y un renaciente gozo manantial.
El genio humano, puro, está en el niño.
Creación, más que la otra, matinal.
Todo el turbión vital bajo su armiño.
Un futuro dios, cierto, está en el niño.
Como ignora la muerte es inmortal.


BENDICIÓN

Y tomando un puñado de trigo, con la unción
de los antiguos días, dije en mi corazón:
Bendito sea el gusto previo del pan seguro,
en el contento agrario como una hostia puro;
bendito sea el sol, que es servidor y rey;
bendita la criada que es gran reina, la tierra;
también la mansedumbre de los ojos del buey,
y el trabajo escondido de la lombriz de tierra;
y a más la golondrina, que amadrina la lluvia.
Bendita en cada grano, vuestra cosecha rubia,
sembradores, y vuestro vivir de hondura y calma
como un arar. Bendita la fatiga divina
que endurece las manos y que mejora el alma.


NOCTURNO Nº 3

Con hambre y sed de soledad,
a estas orillas vino mi corazón nocturno a pastorear sus penas.
Como en el puente de un barco mirando más allá de las olas y la noche.
Junto a mí, con su mano sobre mi hombro,
siempre el recuerdo con sus ojos cansados,
y todas mis lejanías, holladas o vírgenes.
Tú en mí, siempre, como una patria en el pecho de un héroe,
y mis sueños que tienen forma de ala y tienen el color de tus ojos.
Dolorida más que una carne el alma,
y el líquido rumor de la fuente que lava las calladas heridas.

Tu lejanía se aprieta sobre mi ansia y yo arañando en la hondura
quiero desengarzar para mandarte la estrella más latidora.
Viviéndote, maravillosa, en pulso y en respiro,
con la vehemente vigilia de las estrellas hasta el alba velaré tu recuerdo;

De pronto te me apareces…
¿Dónde?
Y cierro bien los ojos porque no te me vayas.
Pero no hay más que tu ausencia, la ausencia que agranda la noche.


HABLO EN NOMBRE DEL ALBA

Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
Es sólo un puro azoro el alba
de una resurrección rasgando su sudario.
El horizonte ofrece su diadema
y el menor soplo asciende a numen.

Un viento aún azul de lejanía
viene en busca del alma velera de los pájaros
que estallan sin demora en un motín de alas,
mientras el cielo empieza a sonar en sus picos
igual que el mar suena en las caracolas.

Navidad, crecimiento. Y lo viviente
con su inmortalidad de cada día.
Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
El cielo, el cielo, el cielo
proponiendo el olvido de la tierra
como los ojos de la amada
proponen el olvido de su cuerpo.

Padre árbol

Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden.
Ablución de frescura que nos inspira el pecho,
testimonias el dios clandestino que eres.
Amo de hondura y cima: de prietas sombras, árbol,
te yergues con la altura total del mediodía,
sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro.
En ti alza el campo el signo de dulzura y fuerza.
Cierras la intimidad redonda del hogar,
abres la envergadura sin fin de las banderas.
La soledad te abraza ceñida e infinita
como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo
se sumergen buscando la dispersa armonía.
Tu equilibrio gobierna geometría oculta:
la solidez se viste con gracia de lo aéreo.
Arte nuestro: el destino final está en la música.
Trabajas más aparte que la araña hilandera.
Si el viento te vocea noticias y distancias,
tú escuchas el pausado corazón de la tierra.
Profundidad de carne es tu vida, y de alma.
Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime,
presidiendo el desfile de alas y mañanas.
Comprendes el callar y latir de la noche,
tú, alzado con la pura elevación del alba;
¡y cómo nos afinas el corazón discorde!
Breve cauce del Tiempo, somos, y nada más.
Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras,
de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial.
Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes,
y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan.
Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.



Luis Leopoldo Franco nació en Belén, Catamarca, el 15 de noviembre de 1898. Poeta y ensayista fue una de las voces más potentes de la poesía del Noroeste Argentino.  En 1918 ganó el Premio de Honor en el certamen literario “Juegos Florales”, presidido por Jaimes Freyre, con su Oda Primaveral. Estudió derecho pero abandonó pronto sus estudios para volver a su tierra natal. Murió un 1 de junio de 1988, en soledad y pobreza, y próximo a cumplir sus 90 años, en un asilo de ancianos de Ciudadela, donde transcurrió sus últimos años.


domingo, 14 de diciembre de 2014

MANUEL J. CASTILLA


De COPAJIRA (1949)

La Veta
Aquí arriba está la veta,
¿la ve señor ingeniero?
A esta hora siempre parece
una víbora durmiendo.

Así como usted la ve
ella también lo está viendo.
Y aunque la destroce toda
de golpe en golpe el barreno,
mientras más se la desgaja
su cola sigue creciendo,
como que abajo ya está
viva en el nivel 300.


Aquí arriba está la veta
arrime usted su mechero,
que por quererla matar
nos vamos quedando adentro.

Aquí arriba está la veta,
¿la ve señor ingeniero?



Sueño
Madre: tu niño no sueña
porque ya es niño minero.
Téjele unos escarpines
con el hilo más risueño
para que si viene el frío
no se te haga más pequeño.

Madre: tu niño ya es hombre
y no quiere que lo veles.
Tu niño juega una ronda
de plomo y andariveles.





La Palliri
Qué trabajo más simple que tiene la palliri.
Sentada sobre el cáliz de su propia pollera,
elige con los ojos unos trozos de roca
que despedaza a golpes de martillo en la tierra.

(Un silencio nocturno le trepa por las trenzas
y oscurece la arcilla de sus manos morenas).

Qué inútil que sería decir que en sus miradas
hay un pozo de sombra y otro pozo de ausencia;
que pudo ser pastora de las nubes
y se quedó en minera,
que pudo hilar sus sueños por las cumbres
viendo bailar la rueca.

La palliri no canta
ni tampoco hila sueños.
La mirada en la tierra
y en la cabeza el cielo
de mañana y de tarde
busca sólo el silencio,
y cuando está a su lado
lo quiebra contra el suelo.

Y no sabe que a ratos, entre sus brazos recios,
se duerme el martillo como un niño de hierro.}























De CANTOS DEL GOZANTE (1972)

El Gozante
Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.
El que bajo las nubes se queda silencioso.
Pienso: si alguno me tocara las manos
se iría enloquecido de eternidad,
húmedo de astros lilas, relucientes.
Estoy solo de espaldas transformándome.
En este mismo instante un saurio me envejece y soy
leña
y miro por los ojos de las alas de las mariposas
un ocaso vinoso y transparente.
En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.
De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego con rocío.
Sé que en este momento, dentro de mí,
nace el viento como un enardecido río de uñas y de
agua.
Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.
A veces un lapacho me corona con flores blancas
y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo
de la tierra.
De cara al infinito
siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.
Si se me antoja, digo, si esperase un momento,
puedo dejar que encima de mis ingles
amamante la luna sus colmillos pequeños.
Zorros la cola como cortaderas,
gualacates rocosos,
corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,
garzas meditabundas
yararás despielándose,
acatancas rodando la bosta de su mundo,
todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste
nada y mi alegría.
Después, si ya estoy muerto,
échenme arena y agua. Así regreso.



De POSESIÓN ENTRE PÁJAROS (1966)

La casa
                         A María Angélica de la Paz Lezcano
                               y a Juan Antonio Medel
Ese que va por esa casa muerta
y que en la noche por la galería
recuerda aquella tarde en que llovía
mientras empuja la pesada puerta,
ese que ve por la ventana abierta
llegar en gris como hace mucho el día
y que no ve que su melancolía
hace la casa mucho más desierta,
ese que amanecido, con el vino,
se arrima alucinado al mandarino
y con su corazón lo va tanteando,
ese ya no es, aunque parezca cierto,
es un Manuel Castilla que se ha muerto
y en esa casa está resucitando.


Manuel José Castilla (Cerrillos, 1918 - Salta 1980) , nació en la casa ferroviaria de la estación de Cerrillos . Su poesía celebratoria, identificada con el hombre, su tierra natal y la naturaleza, alcanzó su punto más alto en Copajira (1949) donde tiene como protagonistas a mineros de Bolivia. Fue uno de los fundadores del movimiento La Carpa que aglutinó a grandes poetas del NOA como Raúl Galán, Julio Ardiles Gray y María Adela Agudo, entre otros en la década de 1940. También fue periodista en los diarios El intransigente y Salta, autor de letras de canciones y recopilador de coplas folclóricas. La literatura de Castilla tuvo una amplia influencia en toda la literatura del Noroeste argentino y del interior en general, fue él el primero en introducir la poesía social en ese ámbito.