EL SUBVERSIVO
Un día,
el pobre tipo
empleado o jornalero,
ese que anda a los tumbos
y de la cuarta
al pértigo,
el que ha visto llover
y llover
y llover
sobre su lomo gris
y su triste sombrero;
ése,
el tipo a destajo
que vive de segunda
como el padre del padre
de su anónimo abuelo:
el buen contribuyente
de la cola de acémilas,
aquél,
el locatario
con su ataúd de deudas,
ese que viaja en ómnibus
o en tren la vida entera;
un día,
cualquier día
de mascar la impotencia, va a agotar,
va a gastar,
va a perder la paciencia:
esa última,
oscura rebelión
que le queda.
Un día,
el subversivo,
va a empuñar la impaciencia!
El tipo es un peligro:
tiene un arma secreta.
el pobre tipo
empleado o jornalero,
ese que anda a los tumbos
y de la cuarta
al pértigo,
el que ha visto llover
y llover
y llover
sobre su lomo gris
y su triste sombrero;
ése,
el tipo a destajo
que vive de segunda
como el padre del padre
de su anónimo abuelo:
el buen contribuyente
de la cola de acémilas,
aquél,
el locatario
con su ataúd de deudas,
ese que viaja en ómnibus
o en tren la vida entera;
un día,
cualquier día
de mascar la impotencia, va a agotar,
va a gastar,
va a perder la paciencia:
esa última,
oscura rebelión
que le queda.
Un día,
el subversivo,
va a empuñar la impaciencia!
El tipo es un peligro:
tiene un arma secreta.
CANCIÓN DEL FORASTERO
De qué me sirve a mí la primavera,
esta ciudad con plazas y alamedas,
si en el acontecer del día que se va
en toda esta ciudad, nadie me espera.
De qué me sirve a mí tanto paisaje,
el cielo cruel y azul, la luna llena,
si en el acontecer de oscura inmensidad,
en toda esta ciudad, no hay quién me quiera.
Los ojos sin amor son ojos muertos,
miran pero no ven: la piel del día,
la fiesta de color del pájaro y la flor,
el rostro natural de la alegría.
De qué puede sevir mirarnos sin amar?
Los ojos sin amor, no ven la vida.
El solo marcha solo hacia la muerte,
es como un forastero de los días,
dirá que estuvo aquí y no supo entender
por qué los que se amaban, sonreían.
Un hombre, una mujer, por separado
son la mitad del ser, dos soledades,
de qué pueden servir si no saben unir
en el río de un niño las dos sangres.
esta ciudad con plazas y alamedas,
si en el acontecer del día que se va
en toda esta ciudad, nadie me espera.
De qué me sirve a mí tanto paisaje,
el cielo cruel y azul, la luna llena,
si en el acontecer de oscura inmensidad,
en toda esta ciudad, no hay quién me quiera.
Los ojos sin amor son ojos muertos,
miran pero no ven: la piel del día,
la fiesta de color del pájaro y la flor,
el rostro natural de la alegría.
De qué puede sevir mirarnos sin amar?
Los ojos sin amor, no ven la vida.
El solo marcha solo hacia la muerte,
es como un forastero de los días,
dirá que estuvo aquí y no supo entender
por qué los que se amaban, sonreían.
Un hombre, una mujer, por separado
son la mitad del ser, dos soledades,
de qué pueden servir si no saben unir
en el río de un niño las dos sangres.
EL BIENAVENTURADO
Aquel hombre de enfrente,
simple de corazón,
agonizó sus años
corriendo a tres empleos.
Un día, simplemente,
su simple corazón
le estalló en una esquina
y despertó en el cielo.
Dios, bonachón y antiguo,
le dio la bienvenida,
palmeándole y diciendo:
«¿Qué cuenta de la vida?»
Y aquel hombre de enfrente,
simple de corazón,
se quedó boquiabierto
y preguntó: «¿Qué vida?»
simple de corazón,
agonizó sus años
corriendo a tres empleos.
Un día, simplemente,
su simple corazón
le estalló en una esquina
y despertó en el cielo.
Dios, bonachón y antiguo,
le dio la bienvenida,
palmeándole y diciendo:
«¿Qué cuenta de la vida?»
Y aquel hombre de enfrente,
simple de corazón,
se quedó boquiabierto
y preguntó: «¿Qué vida?»
EL VINO TRISTE
Ese hombre que entra al bar
sin sombra que le ladre,
ése que pisa y pasa
sin rostro ni señales,
pide una copa solo
de espaldas a la calle,
bebe su copa solo,
inmóvil, demorándose,
paga, piensa otro trago
sin gastar ni una frase
y luego, se va solo
hacia la noche y nadie.
Ese tipo va herido.
Y la muerte lo sabe.
sin sombra que le ladre,
ése que pisa y pasa
sin rostro ni señales,
pide una copa solo
de espaldas a la calle,
bebe su copa solo,
inmóvil, demorándose,
paga, piensa otro trago
sin gastar ni una frase
y luego, se va solo
hacia la noche y nadie.
Ese tipo va herido.
Y la muerte lo sabe.
PROHIBIDO PROHIBIR
Estaba la ventana dando voces
de agolpada y furiosa primavera,
se partía la yegua en un relincho
y era un ruido caliente la colmena.
Subían llamaradas a las ingles
y era muchacha el tacto de la greda.
Abajo, la semilla era un escándalo
y un grito genital toda la tierra.
La Juana miró a Juan. Juan a la Juana.
El sol, inmemorial, quemó la leña.
De lejos parecía que era un humo,
pero era de ellos dos la polvareda.
de agolpada y furiosa primavera,
se partía la yegua en un relincho
y era un ruido caliente la colmena.
Subían llamaradas a las ingles
y era muchacha el tacto de la greda.
Abajo, la semilla era un escándalo
y un grito genital toda la tierra.
La Juana miró a Juan. Juan a la Juana.
El sol, inmemorial, quemó la leña.
De lejos parecía que era un humo,
pero era de ellos dos la polvareda.
Armando
Tejada Gómez Mendoza (21 de abril de 1929) - 3 de noviembre de 1992 (Provincia de Buenos Aires) Trabajó como locutor de Radio de Cuyo. En
1954 edita su primer libro de poesías, Pachamama: poema de la tierra y él. Un año
después, edita su segundo trabajo Tonadas de la piel.
Participó
con Oscar Matus y
Mercedes Sosa,
del Movimiento del Nuevo Cancionero,
Simultáneamente, Tejada edita
trabajos discográficos como “Poeta
de la lengua” y “Cantoral
de mi país al Sur”. Sus libros y discos le valieron premios
y reconocimientos a lo largo de todo el país. Su poesía cruzó las fronteras,
llevando a Tejada a
presentaciones en España,
Mexico y Nicaragua entre otros países.
.
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