POEMA PARA UNA
DESPEDIDA
Cuando me muera,
cuando mi corazón se vuelva pájaro
al otro lado de un mar sin sueños,
vendrá la luna sobre el campo abierto
a prenderme la cruz de su tristeza.
Cuando me duerma,
cuando mi corazón se forme crisantemo,
vendrán los grillos bajo el cielo puro
con su cansina música de cuerdas.
Cuando me calle,
cuando ancle el buque de mi vieja pena
en la bahía azul que me enamora,
vendrán las golondrinas del verano
para darme quizás su enhorabuena.
Cuando me olvide,
cuando se canse de latir mi pulso,
en un octubre denso de violetas,
vendrá a contarme el viento de la tarde
una canción que ya no me despierte.
Cuando me vaya,
cuando tus ojos vengan a decirme
un transparente adiós que ya no duela,
desde otro cielo claro y luminoso
te miraré con mi mirada nueva.
LA MÁQUINA DE
ESCRIBIR
De puro integrar el paisaje de la sala
la vieja máquina de escribir pasa inadvertida.
Una piadosa pátina de polvo
la condecora de olvido y de melancolía.
La máquina estoica y guerrera,
si pudiera,
cuantas cosas diría,
acerca, por ejemplo, del cosmos y la hormiga.
Pero está muda, silente,
está como dormida,
acunando cuentos de hadas,
cartas de amor jamás escritas,
y hasta una pizca de filosofía.
Si acaso despertara
al simple soplo de la muriente tarde,
yo le sugeriría que te dijera, amada ausente,
que es como el horizonte la vieja pena mía.
CANTO AL CHACO
Cielo en el campo de
algodón, y cielo,
cielo en el cielo tibio de mi Chaco.
La luz del viento Norte que se agita
sobre el extenso monte de quebrachos.
Ardiente sol que alumbra nuestros huesos
y nos ciñe con sombras a la tierra.
Luna, que entibia las aldeas dormidas
y que al Este engalana las palmeras.
Tierra de pumas, yararaes y ciervos,
desde el fondo del tiempo el indio toba,
viene abriendo picadas en sus montes
y manchando sus riachos de canoas.
Esta es mi tierra donde se ara y canta.
Este es mi Chaco, algodonal tendido
al viento de la tarde que lo ondea
como a un blanco pañuelo estremecido.
Esta es mi tierra donde el hombre calla
y el fatalismo muerde sus entrañas,
cuando en el cielo un drama de langostas
ensombrece las tierras cultivadas.
Tierra de tradición, de mate amargo,
de asados al fogón y de rasguidos.
tierra de gauchos, donde algún asunto
se discute a relumbre de cuchillos.
Haciendo un viaje por aldeas y pueblos,
un latido de paz se nos ahonda.
la beatitud emerge de las gentes,
la sencillez se escapa de las cosas
La raza toba señoreó este suelo
cuando el sol era sol y el monte, monte;
aún perduran algunas tolderías,
como un sueño escapado de la noche.
Indio de piel oscura y ojos tristes,
enraizado en las selvas de esta tierra:
deja que nombre tu dolor, hermano,
hoja del árbol de una raza muerta.
Este es mi pago al Norte de mi Patria,
tierra abierta a las luces del progreso,
que va al encuentro de un llamado viejo,
que va al encuentro de un destino nuevo.
Nuestra tierra nos llama y nos amarra.
Es nuestro corazón eterno preso.
Quien mil veces partió, volvió otras tantas.
Nuestra alma está hecha de regresos.
Llegue mi pobre canto hasta los montes,
y trepe mi cariño a sus quebrachos,
Porque estoy lejos, como un niño triste
llevo en el alma el cielo de mi Chaco.
POETA EN LA CIUDAD
Desde éste promontorio yo la miro.
Es la enorme ciudad, luz y misterio.
Me digo “Es un monstruoso cementerio”.
Y el llanto se adelanta a mi suspiro.
Con saña muy del siglo al frío cemento
Ha obturado hasta su último intersticio.
Y encerrada en sí misma, en su artificio.
Se yergue la ciudad como un lamento.
Te abandono moderna catacumba
Con tu dolor inmenso que es el velo
Del misterio de todas tus ventanas..
Y parto porque quiero que mi tumba
Tenga un poco de pasto, algo de cielo,
Y sea cavada al sol de una mañana.
Mario Nestoroff, hijo de
padres búlgaros, nació en Las Breñas, Chaco, el 21 de agosto de 1936. Estudió en el Colegio Nacional “Juan José
Urquiza” de Concepción del Uruguay. Posteriormente en Buenos Aires comenzó la
carrera de Abogacía que no concluyó, en virtud de sus inquietudes y carácter. Trabajó en Buenos Aires en un estudio jurídico y muy joven
ganó el Concurso Nacional de “Canto a las Provincias” del diario “Clarín” en
1960, con su trabajo titulado “Canto al Chaco”, otorgado por un prestigioso
jurado: Enrique Larreta, Jorge Luis Borges, Fermín Estrella Gutiérrez, Ricardo
Molinari y Lisardo Zía. A raíz de esta distinción el mencionado diario lo
incorporó al plantel de redactores donde se mantuvo por algún tiempo. Posteriormente
desempeñó los cargos de Receptor de Rentas de la Municipalidad de San Bernardo
y Auxiliar Administrativo de la Municipalidad de Sáenz Peña, Chaco. Se
desempeñó también en la redacción de “El Territorio” donde fueron publicadas
obras suyas. Recorrió gran parte del país, de tal modo que vivió un
tiempo en Misiones y después en Río Negro y otras provincias argentinas. Viajó
a la patria de sus mayores, Bulgaria, donde permaneció durante un año y medio,
residiendo en Sofía, la capital. Allí asistió a cursos universitarios, entre
1964 y 1966. En circunstancias inesperadas dejó de existir el 21 de agosto de
1980