A José Hernández
Cuando cae la noche de
la Pampa
sobre las crines de los
pajonales,
y tejen las vigüelas la
vidala,
el silencio es tu barba,
José Hernández.
Cuando crece a lo lejos
la tormenta
y se estremece el trébol
con el aire,
galopa el trueno su
malón redondo,
y la luz es tu verbo,
José Hernández.
.No hay rumbo del
silencio
que no cubra tu Martín
Fierro entre nuestro gauchaje,
donde se desenfunda una
guitarra,
o la fecundan tus
versos,
José Hernández.
No hay ranchito en que
no arda tu poesía
cuando se yapa el vino
con la sangre,
y hay que aventar la
pena respirando
tu corazón de pueblo,
José Hernández.
Y en la boca de cada
peón de campo
con gusto a corazón
insobornable,
el grito vivirá con tus
palabras
porque eres Martín
Fierro,
José Hernández.
Porque siempre templaste
el instrumento
para expresar el alma
del gauchaje,
y ponerle palabras al
silencio de tu pueblo.
En él vives,
José Hernández.
Y cuando la violencia o
la injusticia
metan sus sanguijuelas
insaciables,
alzará con tu voz el
horizonte un malón de guitarras populares,
y será cada criollo un
Martín Fierro, nuestra rebeldía,
José Hernández.
El resentimiento
Son siglos de
injusticia,
violentando la tierra.
Siglos de hambre y
silencio,
rumeando la venganza.
El colmillo del odio
que se aguzó en la
lanza,
buscando la revancha
del crimen de la guerra,
es la gula del oro,
que avaricioso entierra,
en sórdidos tesoros,
su sol ensangrentado.
El hombre por el hombre,
brutalmente explotado.
El hombre por el hambre,
salvaje envilecido,
lo que hace del hermano
de patria,
un resentido,
y de nuestro grandioso
país,
un rezagado.
Río de tigres
Mírame mi amor a los
ojos,
que mi alma sedienta de
tu claridad,
viene del fondo del
tiempo,
siguiendo una estrella
que en ellos está.
Muere anhelando la
hondura,
serena y madura, de tu
intimidad.
Toda el alma mía, te
quiero entregar,
en una mirada profunda y
astral,
quemarme en la hoguera
de tu corazón,
y de sangre en sangre,
fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con
nuestra canción.
Cuando te miro a los
ojos,
me ofrece tu boca, la
entrega total.
Siento que un ríu de
tigres,
me zimbra en las venas,
profundo y sensual.
Sé que tu piel
indefensa, igual que la tierra,
tendida se da.
Toda el alma mía, te
quiero entregar,
en una mirada profunda y
astral,
quemarme en la hoguera
de tu corazón,
y de sangre en sangre,
fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con
nuestra canción.
Y de sangre en sangre,
fecundar la muerte,
fecundar la muerte, con
nuestra canción.
Sudamérica
Nadie la para ya.
No pueden detenerla,
ni la calumnia, ni el
boicot, ni el odio.
Subyace en la conciencia
de los pueblos,
que la tierra jamás fue
despojada.
Este es un continente de
aventura,
que a los aventureros se
los traga.
Les sube despacito por
la sombra,
y el ojo codicioso les
socava.
Vendrán los desahuciados
de la tierra,
buscando sus riquezas
legendarias,
hasta que un día, en una
misma greda,
se confundan las lenguas
y las razas.
América, animal de leche
verde,
por la gran Cordillera
vertebrada,
hunde el hocico austral
bajo del Polo,
y descansa en su fuerza
proletaria.
Sube por la luz, lenta y
segura,
con el polen del sol en
sus entrañas,
y su destino torrencial,
fijado está en el tiempo
por la Vía Láctea.
El hambre, la violencia,
la injusticia,
la voluntad del pueblo
traicionada,
no harán sino, aumentar
su rebeldía,
no harán sino, apurar en
sus entrañas,
el hijo de la luz, que
viene a unirnos,
en una misma espiga esperanzada.
Porque, América del Sur,
tierra del futuro,
igual que la mujer,
¡Vence de echada!.
Jaime Dávalos (San Lorenzo, Salta, enero de 1921 – Buenos Aires diciembre de1981) Poeta y músico salteño (aunque también fue ceramista y
titiritero), autor de numerosas obras que fueron musicalizadas en el cancionero
folklórico argentino. Hijo de otro recordado folklorista salteño Juan Carlos
Dávalos, durante su extensa trayectoria artística escribió innumerables letras
para canciones del folklore argentino y publicó alrededor de diez libros que
recopilaban sus poemas y canciones. Entre ellos se destacan Rastro seco (poemas,
Salta, 1947) El nombrador (poemas y canciones, Buenos Aires, 1957) Solalto
(1960) y Cantos rodados (1974). Falleció en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1987.
Póstumamente fue
publicado su libro Coplas al vino, una de las obras más recordadas del autor.
La foto que ilustra esta nota fue tomada del
sitio Web Portal informativo de Salta y se puede leer en el siguiente enlace: http://www.portaldesalta.gov.ar/jaimedavalos.htm
Los poemas fueron recopilados de las página: https://www.facebook.com/notes/juan-carlos-candida/letras-y-poemas-de-jaime-davalos/416155725040
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