He llegado tarde todas partes.
Llegué tarde a la lucha, al campo arrasado,
a pisar la sangre de los héroes.
Llegué para los despojos de las glorias
con mi ejercito virgen de palabras.
No me dejaron ni el triunfo,
ni la inmolación por el valor.
Mis manos no saben de lo áspero de la empuñadura
y muy poco del amor.
Tarde, cuando ya el enemigo se ha retirado
y declina la venganza.
Cuando los triunfos se embriagan de olvido
entre la paz y el amor,
y no soy ni el guerrero que vuelve
ni quien lo espera a curar los traumas de la lucha.
Pronto reverdecerá el campo
y los huesos se habrán perdido entre las raíces de la hierba
y yo estaré aquí, sentado con la espada oxidada,
sin sangre, sin muerte, sin gloria.
El Conde
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